miércoles, 7 de julio de 2010

La Gotera


6 de julio de 2010

Muy temprano estábamos despiertas, alrededor de las 7 de la mañana cada quien se preparo para salir a nuestra primera caminata por las regiones de Jalcomulco, un lugar llamado “La Gotera”. Antes de eso nosotras ya habíamos planeado un día antes lo que desayunaríamos, así que en cuanto estábamos listas comenzamos a preparar por primera vez nuestro desayuno.

Una de nosotras acomodó los utensilios, otra mas lavó todo lo que se usó, a mi me tocó guisar, en fin; las actividades se repartieron rápidamente porque quedaba poco tiempo para las 9 de la mañana, hora en que habíamos quedado con Gaby de vernos en su casa para empezar la caminata.

Ya todas listas y desayunadas nos dirigimos a “La Pizzeria”, esperamos un poco a que Gabriela Maciel de “Jalcoexpediciones”, mejor conocida como Gaby, arreglara unas cosas en su casa y comenzamos.

Primero tomamos una calle que nos lleva hasta el puente de concreto “Jalcomulco”, pasamos el puente e inmediatamente había un camino de terracería a mano derecha. Para mi por ahí comenzó esa larga y extrema caminata de 3 horas con 15 minutos aproximadamente.

Al principio todo iba tranquilo, aun no había mucho Sol, el aire estaba un poco fresco, agradable, todo muy bien, cada quien llevaba una labor asignada ya que aparte de conocer, apreciar la naturaleza y por supuesto de hacer ejercicio, también se trataba de documentar esta zona y el recorrido. Fotos, video, notas; de todo un poco.

Mientras tanto Gaby, nuestra guía en ese momento nos platicaba lo que íbamos encontrando a nuestro paso, la mayoría de las vistas que teníamos se trataban de campamentos ubicados de los dos lados del camino, campos de reto, tirolesa, etc.

El camino cada vez se hacia más pesado, el calor ya empezaba poco a poco a deslizar sudor por nuestra frente, lo bueno es que todas íbamos preparadas con agua, lentes de Sol, gorras, etc. Solo teníamos que seguir caminando.

Entramos en una zona donde la presencia de arboles de mango era impresionante, unos arboles altísimos, con hojas alargadas y un tronco delgado de corteza rugosa, las raíces gruesas se hacían visibles por encima de la tierra obscura y suave del camino.

Ya no estábamos en una zona del camino marcado, ahora tomábamos las rutas que nuestra guía nos iba dando, ella siempre al principio de la marcha y nostras 4 detrás de ella pendientes de no perder el camino y observando sus movimientos para pasar con facilidad entre las piedras o para subir por esas mismas.

Toda la tierra estaba cubierta por hojas secas que caen de los mismo arboles de mango, además podíamos encontrar varios frutos tirados, la mayoría aplastados por la fuerza con la que caen y otras mordidas por algunos animales.

La mayoría de las tierras están a cargo de los ejidatarios, en ellos hay árboles que pertenecen a ellos o a otras personas las cuales pueden comprar un árbol o más, cada dueño pinta sus iniciales en el tronco y todo el terreno que esta alrededor es decir el diámetro que abarca su follaje en la tierra, pueden construir o hacer lo que quieran con esa zona.

Después empezamos a subir por piedras más grandes, con lama pegada que lo hacían mas difícil, todas íbamos un poco inseguras pero decididas a continuar; al mismo tiempo íbamos apreciando los hermosos paisajes de tonos verdes, grandes paredes de piedras.

Los arboles ya cubrían la mayor parte de nuestra vista al cielo, solo se veía un poco de azul; el clima en esa zona era impresionante, totalmente fresco y el olor a humedad en el ambiente. No se escuchaba ni un ruido que no fuera el de los insectos, del viento, de las hojas que íbamos pisando, de los frutos caer del árbol o del recorrido que hace el agua hasta su desembocadura.

Mientras; nos contaba la historia de los cheneques, unos duendes de cuidado que confunden a las personas y hacen que se pierdan en el camino, unas horas, tal vez días, semanas, etc. Una de las historias que nos contó fue la de una mujer de edad avanzada que caminaba sola por esa zona y en cuestión de segundos perdió el rumbo. Semanas después fue encontrada en medio de una cueva de difícil acceso; tuvieron que utilizar equipo especializado para bajarla. Según cuentan. La señora platicaba y convivía con los chaneques.

Por fin llegamos a lo que es “La Gotera”, una pared de piedra con forma imperfecta con una pequeña curva en la base haciéndolo de arriba más ancho pero con un poco más espacio para pasar por debajo.

En muchas ocasiones yo creía que habíamos llegado al final del camino, pero quien sabe por donde la guía nos decía que teníamos que seguir, a veces por un pequeño espacio entre piedras con telarañas, por zonas donde el moho nos hacia resbalar y caer una y otra vez. Gaby todo el camino nos decía: “Cuidado con las piedras verdes, esas son resbalosas”… ”Cuidado con las piedras verdes…” ·Cuidado con…” en fin, esa fue la principal recomendación, aparte de otras como: “No brinquen así, vayan despacio” “Chamaca que no brinques”; por supuesto que a mi no tenia que decirme nada de eso, yo iba lentamente deteniéndome de todo lo que veía seguro, un tronco grueso, una pared seca, piedras grandes, raíces de arboles, etc.

Al entrar a una zona de bajada, nos detuvimos unos minutos para pedirle permiso de entrar y salir al borrego de la “puerta”; un árbol con forma de cabeza de borrego. También nos contó la historia de una serpiente gigante que paseando por una pared quedó petrificada, en realidad es una raíz de árbol que atraviesa toda la pared. Además nos habló del muchacho que paseaba con su novia por esa zona y cuando quiso aventarse un clavado porque pensó que debajo había agua, quedó inmovilizado; lo que se percibe es un árbol pero simula el cuerpo de un hombre por detrás y su cabeza dentro de la tierra.

Por fin llegamos a “La Gotera” , se llama así porque el inicio del arroyo empieza en la pared que ya mencioné anteriormente y mas o menos a un metro del suelo escurren unas gotas de agua por toda esa línea, gotas y gotas, unas pequeñas otras mas fuertes, a diferente tiempo. Pero todas caen al arroyo haciendo el efecto precisamente de una Gotera.

Yo pensé que ahí había terminado el recorrido pero después de ahí seguía cruzar el arroyo, mas o menos llegaba el agua dulce y fría a la altura de las rodillas, un agua cristalina y limpia que dejaba ver las piedras y arena del fondo.

Había dos opciones: mojarnos los tenis y pasar o descalzarnos y pasar así; yo opté por descalzarme, el agua fría y las piedras un poco filosas tocaban mis pies, ahora más difícil porque mis pies se resbalaban con las piedras con moho y también con las que estaban secas.

Subimos a una parte de arena donde hay “Petroglifos”, una especie de jeroglífico dibujados desde varios años atrás en las paredes de piedra y cuenta la leyenda que la persona que descifre el mensaje oculto en esa zona; muchos han intentado formar un mensaje pero no ha resultado nada congruente. Nosotras mirábamos las líneas blancas; Cirenia dijo que parecía un dragón, yo dije que parecían acordes musicales, en fin.

El camino de regreso para mi fue mas pesado, según yo me iba cuidando de no mojar mis tenis porque ya los traía puestos de nuevo pero en cuanto me los puse, pise una PIEDRA VERDE y resbale del pie derecho; me resigné y caminé con los dos en el agua.

Una y otra ves me resbalé, me raspé las piernas y las manos, caí sentada, con una pierna en el agua, etc.

Pasamos por un bulto de hojas secas y las hormigas nos atacaron, para variar yo tenia en mis tenis hormigas y además una araña roja con patas largas, para mi era horrible, venenosa, tal vez mortal, no lo se, pero grité al mismo tiempo que la aventaba con mi mano.

Gaby también nos contó que dentro de las planta venenosas que existen en ese camino están las llamadas “Mal hombre” y “Mala mujer” las cuales causan erupciones graves en la piel ya sea de un hombre o de una mujer en particular.

El resto del camino fue tranquilo, pero para cortar camino Gaby nos llevó por una zona muy alta con 100 escalones construidos de madera, tipo una escalera con barandal de bambú los escalones eran muy altos y rectos varias veces nos detuvimos a tomar aire y seguir. Por fin volvimos al camino original pero ahora con el Sol de mediodía sobre nosotras, sudor por todo el cuerpo y mucha sed.

En poco tiempo ya estábamos de vuelta en el puente de concreto por donde iniciamos y de camino a “La Villa”, una experiencia inolvidable de 3 horas y 15 minutos aproximadamente.

Mucho que ver, mucho que disfrutar y sobre todo mucho que cuidar.

Por: Paloma Herrejón de Hermosillo, Sonora (Universidad de Sonora)

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